A ocho años de la primera convocatoria que se volvió bandera para exigir el cese de las violencias machistas, la consigna en este 2023, que se actualiza con: “Vivas, libres, desendeudadas y en las calles nos queremos. Con este Poder Judicial no hay NiUnaMenos”, sigue vigente más allá del 3 de junio. En torno a dicho lema, y en pos de profundizar al respecto, Huerquen dialogó con voces de los feminismos populares nucleados en Mujeres Trabajadoras de la Tierra, de militancia rural y campesina, y Mariposas de Villa París, una organización comunitaria de Glew.
Por Clarisa Busemi para Huerquen
La crisis socioeconómica actual, con una inflación digitando incertidumbre a la hora de solventar necesidades básicas, afecta a las fracciones más vulnerabilizadas de la sociedad, y es en las mujeres y cuerpos feminizados, en quienes eso recae con mayor contundencia.
“Vamos tapando agujeros metiéndonos en deudas. Hay empresitas que te dan préstamos pero te cobran el doble para la devolución. Las compañeras se endeudan porque no hay políticas públicas que faciliten préstamos sin intereses”, puntea Carolina Rodríguez, Promotora de Género y Referente del Cordón Hortícola de La Plata, perteneciente a la Asociación Mujeres Trabajadoras de la Tierra. Mientras el campo resiste, desde la organización feminista de Villa París detallan: “Estamos pagando una deuda usurera e ilegal, y quienes tenemos que administrar la miseria, garantizando las comidas, las cuentas y las necesidades básicas de nuestros hogares somos nosotras”.
Politóloga y militante del feminismo rural y campesino, Rosalía Pellegrini, también perteneciente a Mujeres Trabajadoras de la Tierra, pormenoriza la consistencia de las Asambleas que fueron delineando los NiUnaMenos en este 2023 subrayando el lugar que se le fue dando al feminismo popular. En ese sentido recordó que esa actitud fue clave para “refugiarse” cuando su sector atravesó “algunas cuestiones contradictorias con un discurso feminista en las organizaciones sociales”. Fue allí, indica Pellegrini, que “decidimos hacer una apuesta distinta de construir una organización donde el liderazgo lo tenemos las mujeres encontrando en los distintos espacios un “yo te entiendo”.
Por su parte, Las Mariposas sostienen que cargan con las mismas carencias del tercer anillo del conurbano y ese peso extra que conlleva “angustia y ansiedad” en definitiva es «la huella del patriarcado a través de la opresión en su impresionante forma de poder”.
Pasos campesinos y feministas en las zonas rurales
La Asociación Mujeres Trabajadoras de la Tierra se distribuye geográficamente en: Parque Pereyra Iraola, ubicado en Berazategui, Florencio Varela y en la zona hortícola de La Plata, como así también en Cruz de los Milagros (provincia de Corrientes) donde hay un grupo de productoras de frutillas y criadoras de ganado. “Hay compañeras sueltas en Chubut, Río Negro, Santiago del Estero y Misiones. Estamos de a poco volviendo a agarrarnos de las manos desde esta perspectiva del feminismo rural”, describe Pellegrini.
Carolina Rodríguez (43) resalta: “desde 2015 (año en el que nació NiUnaMenos) hasta ahora venimos trabajando junto con la lucha de las compañeras que están en el Estado, que son militantes como nosotras”. Para ella, en la realidad de sus territorios: “a la violencia de género de estar con el ojo verde, reconocida durante muchos años recién hoy la podemos nombrar, junto con la de ser abusada”. Ambas, dice “son las dos primeras que conocemos, pero lamentablemente la económica es la que golpea la puerta todos los días”.
Carolina nació en Puesto Viejo, un pueblo de la provincia de Jujuy, fue criada trabajando la tierra con sus abuelos. Es quintera, productora de alimentos y se dedica a realizar tinturas madres, saumos, yuyos secos y ungüentos que principalmente se basan en flores como claveles y clavelinas. Además, es mamá de cuatro mujeres y de dos varones de entre las edades de 13 y 25 (entre ellos, mellizos de 18). Los crio sola, dice, porque “su compañero (el padre de sus primeros cinco hijos) era un borracho que lo único que hacía era gastar en la plata en bebidas”.
A los quince años, llegó a Buenos Aires con su bebé de ocho meses sin plata ni ropa, solo con un número de teléfono de la persona que la esperaba aquí. “Me escapé porque mi tío abusaba de mí y me pegaba muy feo”, rememora. Para ella las violaciones intrafamiliares infantiles deben tener mucha más visibilización y campañas políticas, porque nada es suficiente y porque faltan recursos concretos “para las mujeres que necesitan mercadería, colchón, porque no tienen donde dormir y necesitan frazadas, no llegan a fin de mes”, especifica.
El primer logro que resalta desde su sector es el Refugio para mujeres en situación de violencia, y también la creación de Programas de Emprendimientos de tintura madre, ungüentos y yuyos secos. “A las compañeras les beneficia mucho, así como talleres en los que logramos que el Estado salga al campo y que no seamos nosotras las que siempre vayamos a la ciudad”, puntualiza.
Desde su espacio integrado por alrededor de sesenta mujeres a las que se les brinda capacitaciones y talleres de base en conjunto con saberes académicos están también armando la primera sede de la asociación (ubicada en 502 y 196 de La Plata) y gestando el primer vivero de plantas nativas. “Hoy hacemos acompañamientos para mujeres de distintas organizaciones porque, más allá de que tengamos diferentes remeras somos todas del sector y, en definitiva, luchamos por lo mismo, que es en contra de la violencia de géneros, psicológica y económica. Y hoy también la violencia política”, resalta.
Alas violetas y comunitarias desde el conurbano sur
Las Mariposas de Villa París son alrededor de cuarenta integrantes que empezaron a autoconvocarse bajo las características de organización barrial, comunitaria, feminista, popular “porque sin el pueblo ni la villa no somos nada”, subrayan. Se definen como abolicionistas (porque están en contra de la explotación sexual) y anticapitalistas, y se reúnen todos los miércoles entre las calles Mendoza y Yapeyú en el barrio Villa París de Glew para consensuar sus distintas actividades.
Realizan acompañamiento desde la escucha, trabajan en Campañas como el “Yo sí te creo”, sostienen el merendero Mercedes Escobar en homenaje a su creadora donde asisten entre 20 y 40 chicos y chicas. Además, hacen talleres de emprendimientos de comida saludable y tejido para que las compañeras logren obtener su independencia económica.
“Nos autofinanciamos fundamentalmente con una Feria que hacemos todos los meses, y de distintas donaciones anónimas que recibimos. El merendero también se abastece de la misma manera y con un pequeño aporte del gobierno municipal”, especifican.
Se enfocan en exhibiciones en la plaza del barrio donde exhiben fotos de compañeras víctimas de femicidios y de desaparecidas como el caso de Diana Colman “que en Guernica falta desde hace más de cuatro años”, remarcan.
Quienes integran las Mariposas están en distintas franjas etarias. Tanto Melisa Gallardo como Geraldina Ruffault y Roxana rondan los cuarenta años, se acercaron a la agrupación por distintas situaciones de violencias de género. “A través de las Mariposas me ayudaron a fortalecer mi vida y la de mis hijos, acompañándome en diversas situaciones judiciales con apoyo psicológico y ayudándome con los turnos”, dice Geraldina. Mientras que todas celebran que “Las Mariposas te dan ganas de todo, dejás de sentirte sola y tener la familia que nunca tuviste”.
Recientemente sufrieron la pérdida de Felipa Machaca, una integrante de 84 años a quienes llamaban «Pachita», era de Jujuy, y estaba “orgullosa de sus orígenes. Le gustaba mucho tejer y cantaba coplas con su caja”, recuerdan sus compañeras.
Egla Troncoso tiene 73 resalta “eso de dar la mano a quien lo necesita”, mientras que Diana Cangelosi, con 76 años y una trayectoria de médica, corrobora lo de ser “diversas pero iguales”. Y en esa descripción se condensa lo que describen de manera unánime quienes componen la agrupación, al aclarar que no todas viven en las manzanas que componen Villa de París, pero que se identifican con “pertenecer al territorio, con las mismas vivencias y carencias del distrito. Nos une ser conurbanas”, concluyen.
Campesino, rural, comunitario y villero, los feminismos no descansan porque son saben que, al margen de que nunca alcance ni sea suficiente, sus existencias y sus logros se consolidan en la organización.