Sobre el fin de noviembre y principios de diciembre, a pocos días de la segunda vuelta electoral, se realizó en El Bolsón y la Comarca Andina el 3er Congreso Argentino de Agroecología, con la participación de más de 1.200 personas venidas de cada región, y expresión del crecimiento exponencial de la agroecología en el país. Fueron tres intensas jornadas con conferencias magistrales, talleres, ponencias y relatos de experiencias de lo más diversas; pero también caja de resonancia de reflexiones y sentires que atraviesan a un movimiento amplio frente a un escenario que se anuncia y percibe oscuro y difícil desde la perspectiva popular. Como si hubiera estado pensada para este contexto, la primer conferencia de la primer jornada estuvo a cargo de Paulo Petersen, ex presidente de la Asociación Brasileña de Agroecología (ABA-Agroecología) y miembro del Centro Ejecutivo de Articulación Nacional de Agroecología de Brasil (ANA), cuya ponencia giró en torno a los desafíos políticos que enfrenta el movimiento agroecológico en el marco de la crisis sistémica que atraviesan nuestras sociedades. En los intersticios de las múltiples actividades de Congreso, Paulo accedió a conversar con Huerquen.
Entrevista por Facundo Cuesta
Hqn: Paulo, estamos en la tercer jornada del 3er Congreso Argentino de Agrecología, y sabemos que se acaba de realizar el Congreso Brasileño de Agrecología. Quería pedirte alguna reflexión sobre lo que pudiste percibir en estas jornadas, y las similitudes o matices que reconocés entre los dos procesos.
PP: Es claro que cada uno de estos procesos tiene su historia, su contexto y hay heterogeneidades ¿no? Pero lo que más impresiona son las similitudes. Hay principios y valores comunes que nos ponen en tensión con la academia dominante, la forma de producir conocimientos y como el conocimiento científico es puesto a servicio de un sistema dominante de poder, de los agronegocios; y la agroecología surge exactamente en tensión con esto. Esta tensión se materializa en nuevas metodologías, nuevos enfoques de producción de conocimiento, el reconocimiento de otras formas de producción de saber y esto se expresa en el congreso. No solamente una crítica a las epistemologías y metodologías convencionales sino también de construir formas alternativas. Y la agroecología poco a poco se va a ir consolidando.
Los congresos son muy importantes, porque es una oportunidad de reunir grupos académicos, pero también movimientos sociales, campesinos, indígenas, que están involucrados en redes de construcción de agroecología hace tiempo, y pensando cómo vamos a avanzar en la agroecología, sea como enfoque académico – científico, sea como movimiento social, sea como práctica social.
Este es el primer congreso que veo en Argentina, y me encantó muchísimo porque veo que las cuestiones puestas son las buenas cuestiones; no tanto las respuestas… no interesa la respuesta, pero la preocupación de la gente que está atenta a los desafíos. Hay mucha gente joven que está involucrada en procesos, y con una crítica muy bien elaborada sobre dónde debemos avanzar. Entonces estoy muy animado con lo que estoy escuchando y viendo aquí.
Hqn: Vivimos tiempos difíciles en nuestra región ¿Cómo estás viendo al movimiento agroecológico y su vitalidad, fundamentalmente en Brasil pero también a nivel latinoamericano?
PP: Este es un movimiento que surge en reacción a una crisis, que se profundiza cada vez más, y ahora toma una dimensión nueva porque es una crisis política muy grave, donde los sistemas políticos más amplios ya no consiguen dar respuestas y el pueblo se enoja con la política. Esto abre espacio para los conservadurismos, la reacción, y la extrema derecha. Esto es lo que estamos viviendo, porque vivimos una crisis social profunda, una crisis ecológica profunda, pero ahora además una crisis política profunda. Esto no es una exclusividad de la región latinoamericana, esto es una cuestión planetaria, y en todos lados vemos como esta crisis abre espacio para lo peor.
En este contexto entonces el movimiento agroecológico tiene una responsabilidad muy grande porque toca un tema central como la alimentación, que es la principal actividad económica que nos vincula a la biósfera, a la naturaleza, y a la vez tiene la posibilidad de reconstruir comunidades o de destruir comunidades; porque la agricultura industrial, la alimentación industrial, destruye las comunidades, destruye las culturas, aleja la producción del consumo y esto tiene mucho que ver con esta crisis socio-ecológica que estamos viviendo. Entonces el movimiento de la agroecología tiene una vitalidad muy grande no solamente porque no sólo tiene una crítica sino que tiene propuestas prácticas. No es un movimiento político basado sólo en ideas, sino que es un movimiento que tiene demostración empírica. Sin este vínculo entre los resultados prácticos en la vida de la gente y la construcción de un movimiento político alternativo, no tenemos salida, porque la gente está harta de promesas.
La agroecología tiene la posibilidad de movilizar a la gente. Yo veo que el gran desafío que tenemos en este momento es ampliar alianzas en la sociedad. No podemos quedarnos como una burbuja agroecologica que tiene muy buenas propuestas, hace sus congresos, pero está cerrada hacia adentro. Hay que trabajar con las periferias urbanas… este es un tema muy urbano, no es un tema rural, dejó de ser rural hace mucho… Hay que trabajar con pueblos indígenas, hay que tener vínculo y conexión con los movimientos feministas, con movimientos de la juventud… o sea fortalecer a estos movimientos y ser fortalecidos por estos movimientos. La agroecología sin conexión con la sociedad se queda como una idea buena, salvacionista y con riesgo de ser cooptada por el sistema. Entonces para no ser cooptada hay que hacer vínculos como otros movimientos sociales.
Hqn: En relación a esto, vos planteabas en tu conferencia de la apertura la dialéctica entre la construcción de autonomía y la disputa de hegemonía, también como anticuerpos a esta posible cooptación. Al respecto en Argentina existe una tensión fuerte, donde en muchos casos la construcción de autonomías y los procesos de disputa de hegemonía parecen esferas contrapuestas. ¿Qué dinámica tiene eso en Brasil? Sobre todo a partir de la experiencia de la Articulación Nacional de Agroecología.
PP: Sí, Brasil no es un escenario distinto. En el movimiento de izquierda tenemos por un lado una izquierda que se ha institucionalizado mucho, que vive una política de marketing pero sin capacidad de movilización social, y que poco a poco se va tornando más liberal. Cuando queda atrapada en el mundo institucional tiene que negociar con las fuerzas conservadoras y va perdiendo capacidad exactamente de mantener el vínculo con los procesos sociales. Y hay por otro lado, en otro polo, una izquierda muy sectaria, dogmática, ortodoxa que se queda como una burbuja; que se queda con los valores, perfecto, pero no hace el esfuerzo de conectar con la sociedad más ampliamente. Una sociedad además cada vez más conservadora.
Estamos en esos polos. Necesitamos pensar en otras economías, anticapitalistas, y ahí surge el tema de la autonomía, porque esas economías dependen mucho de la posibilidad de autoorganización local, de economías que no sean dependientes de los mercados (sobre todo los mercados capitalistas) y la agroecología es exactamente eso. Genera autonomía en relación al dominio de la lógica financiera, mercantil, que aliena a la gente. La alienación viene de ahí. Pero al mismo tiempo, no podríamos avanzar con la suma de “buenas experiencias locales”, esto se queda una vez más en guetos. No podemos vivir en guetos porque el sistema de un momento a otro asfixiará estas experiencias. Entonces tenemos que combinar la posibilidad de fortalecer las autonomías pero articular estos grupos y construyendo mayorías sociales; de ideas y de lucha para cambiar las exclusiones.
El gran problema del avance de la economía solidaria, de una perspectiva feminista de la economía, de la agroecología, es que el marco institucional es un marco institucional absolutamente hostil, con la capacidad de comprar mentes y corazones. Hoy mucha gente vive con la creencia de que es empresario de sí mismo no? es la uberización. El sistema de trabajo ha cambiado totalmente. La gente ya no se identifica como clase. Esto es un triunfo del sistema. Los sindicatos están debilitados, las formas tradicionales de movilización están debilitadas, porque cada uno concibe como un competidor en los mercados… La lógica de la meritocracia y todas estas ideas de competitividad son una racionalidad que penetró en la sociedad. La gente ya no cree en el Estado y esto es de terror… Entonces tenemos que construir hegemonía; y esta combinación entre autonomía y hegemonía es el gran desafío para que la agroecología se torne efectivamente un proyecto social.
Hqn: Como sabes en Argentina acaba de ganar las elecciones nacionales una fuerza de ultra derecha con muchas guiños a la experiencia bolsonarista, y en Brasil acaban de dar vuelta esa página ¿Qué te gustaría compartirnos a los argentinos y argentinas, que somos parte de este movimiento y nos preparamos para un proceso difícil?
PP: Bueno, en Brasil vivimos una situación muy dura y atravesamos un periodo muy difícil, y entrando en aquel momento decíamos que “nadie suelta la mano de nadie”, esto es fundamental. Tener la posibilidad de realizar un congreso como este, con esta potencia y en este momento es fundamental para enfrentar lo que viene ¿no? Y nadie puede soltar la mano de nadie, y las experiencias y las interacciones tienen que mantenerse para salir adelante, fortalecidos. Esta es exactamente la experiencia que vivimos, no será simple pero me parece que la potencia que veo en la Argentina, con la cantidad y madurez de grupos… estoy muy impresionado con lo que estoy oyendo aquí, que tiene una vitalidad y tiene la capacidad de salir al frente, ¿no? Entonces esto: esperanzar y seguir adelante con articulación cada vez mayor con los otros movimientos sociales.
El Bolsón, diciembre de 2023