Colombia: En defensa de la vida, el territorio y la Madre Tierra – Guardias y Primeras Líneas

por Huerquen

¿Dónde habita la injusticia, la represión y la indolencia neoliberal? Tanto en el campo, en los territorios de comunidades indígenas en lucha y en las ciudades, se tejen resistencias que exigen derechos y autonomía. Mucho más cerca que Colombia, pero muy lejos de nuestros centros urbanos, el Gran Chaco vive procesos de organización de control territorial indígena como el de la Guardia Comunitaria Whasek. Cerquita de las guardias comunidades Qom y Wichí se organizan para recuperar su territorio, como sucede en Miraflores. Más al sur, comunidades mapuche y mapuche-tehuelche, hacen efectivo su derecho a ser en el territorio a través de recuperaciones como lo demuestra la comunidad Mapuche-Tehuelche Newen Tuaiñ Inchin.

En la lucha por la autonomía y el control territorial está la posibilidad de construir y recrear formas de vida amables y respetuosas de la diversidad biocultural. Mientras tanto, las ciudades y sus necesidades. En Chile el modelo explotó, un proceso de muchos años que tiene al mundo de testigo. Hoy, hablar de “primera línea” remite a las juventudes que desde Chile resisten a la violencia del criminal Piñera y los pacos, la fuerza de choque a su mando. Pero ¿no íbamos a hablar de Colombia? Síntesis virtuosa de las luchas indígenas y las juventudes encapuchadas ante el hastío neoliberal, con ustedes, las Guardias y la Primera Línea de Colombia.

Colombia

El país vive un tiempo trascendental en su historia: desde el 21 de noviembre del 2019, el descontento generalizado de la población cristalizó en un solo grito de Paro Nacional, que reunió a sectores urbanos, indígenas, campesinos y afrodescendientes, cansados de padecer durante años políticas neoliberales llevadas adelante por malos gobiernos.

Estas movilizaciones han contado con una participación masiva, cosa que desde hace más de 50 años no ocurría en este país. Las movilizaciones iniciadas en noviembre del año pasado se retoman nuevamente este año, ahora con más fuerza y coordinación luego del último Encuentro Nacional de Organizaciones Sociales, realizado el pasado 30 y 31 de enero, donde se acordó llevar a cabo un Paro Nacional por tiempo indefinido que afecte directamente a la producción y el abastecimiento de alimentos, contando con la movilización en campos y ciudades. La fecha de inicio del Paro se acordó para mediados de abril con el fin de que los procesos regionales campesinos, indígenas y afros aseguren las cosechas y el alimento para resistir el tiempo que sea necesario. De igual manera, las movilizaciones continúan e irán aumentando de manera escalonada hasta esa fecha.

El “paquetazo” de medidas que ha impuesto el gobierno de Iván Duque incluye las reformas laboral, pensional y tributaria, la privatización del aparato productivo del Estado y del sector financiero estatal, el tarifazo nacional al servicio eléctrico, el incumplimiento de los acuerdos con sectores sindicales, sociales y estudiantiles y la restricción del derecho a la protesta social. Si bien este «paquetazo» fue la gota que rebalsó el vaso, estas movilizaciones representan la inconformidad frente a las medidas de despojo sistemático que la población ha sufrido durante años, mercantilizando derechos fundamentales como la educación y la salud y entregándole los bienes comunes naturales a empresas trasnacionales mineras, agroindustriales y farmacéuticas a costa del asesinato y desplazamiento de las comunidades.

La violencia estatal, además de expresarse en el plano legislativo, ejecutivo y judicial, se expresa también mediante el uso de la violencia física y simbólica en manos del Ejército, el escuadrón móvil antidisturbios (ESMAD), y grupos paramilitares, quienes actúan de manera coordinada oficial y extraoficialmente en función de los intereses de la clase dirigente.

Muestra de esta violencia es el asesinato del estudiante Dilan Cruz, a manos del ESMAD durante las movilizaciones del pasado 21 de noviembre en el marco del Paro Nacional, además de la muerte de más de 800 líderes y lideresas sociales y ambientales desde el 2016, por parte de grupos paramilitares en las regiones más militarizadas del país.

En este contexto, las expresiones de autodefensa surgidas desde las comunidades toman un rol necesario para garantizar la construcción de paz y la defensa de los territorios, e incluso, garantizar el derecho a la protesta, como se ha visto en las expresiones de apoyo que ha hecho la Guardia Indígena a las movilizaciones en Bogotá. La unión de las Guardias Indígenas, Cimarronas y Campesinas, que ya cuentan con legitimidad propia por sus años de experiencia y organización en los territorios, se unen ahora a las experiencias de Primera Línea, grupos urbanos autoconvocados surgidos con la finalidad de proteger la vida de quienes ejercen su derecho a la protesta y salen a movilizarse en las ciudades.

Las Guardias Indígenas, Cimarronas y Campesinas: La resistencia milenaria de los Pueblos

Las guardias son procesos de autoorganización, que surgen en distintas comunidades y regiones del país, con el propósito de defender la vida, el territorio, los recursos naturales, los saberes ancestrales y la libre determinación de los pueblos. Se conforman en el contexto de militarización de los territorios y el despojo de las comunidades, llevando consigo la resistencia milenaria de los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos.

Su mandato deriva de los propios concejos comunitarios, por lo que dependen directamente de las autoridades locales. No son grupos armados, defienden el territorio con su bastón de mando, que les otorga la fuerza espiritual, para defender la vida y garantizar la paz.

Estos grupos funcionan como redes comunitarias que se movilizan en situación de riesgo, con amplia participación de la población. Sus tareas están relacionadas con el ejercicio de la autoridad, el control territorial, la autoprotección, la administración de justicia y el derecho a la protesta, procurando también el cuidado a los líderes y lideresas sociales, frente al atropello del Estado y los grupos paramilitares.

También es tarea de las guardias generar mayor conciencia ecológica dentro de la comunidad, por ejemplo, explicando los peligros de la tala indiscriminada de bosques, y proponiendo alternativas como siembras de cultivos tradicionales, conformando territorios agroalimentarios que coexisten con la vegetación nativa sin deteriorarla, como vienen haciendo estas comunidades desde hace cientos de años.
Cada guardia local se fortalece con la articulación con otras guardias locales e interculturales. Ellas sostienen que los problemas no son de cada región, en todo el Abya Yala el enemigo es el mismo – “Vienen por nuestros bienes comunes, el agua, los minerales, los nutrientes del suelo y nuestros saberes ancestrales”-.

Es por eso que insisten en la necesidad de hacer “una sola guardia”: es un llamado a hacer una sola plataforma para romper las divisiones y fortalecerse, unificar saberes, experiencias y hacer que esta lucha se extienda por todo el continente. Para la guardia indígena: “el bastón lo llevamos todos y todas, cada quien elige si sacarlo o dejarlo dentro”.

Primera línea: La experiencia de los Escudos Azules

Son grupos independientes y autoconvocados que surgen desde las bases de los movimientos estudiantiles y de los barrios, como una expresión legítima de la movilización social. Frente a la represión estatal sistemática que se da en las manifestaciones, decidieron organizarse para defender a quienes participan en las marchas.

Si bien en un inicio se conformaron como un grupo que solamente buscaba la acción directa y respuesta legítima a las agresiones de la policía y el ESMAD, con el transcurso del tiempo se constituyeron no solo como grupo de defensa y cuidado de lxs manifestantes, sino también como grupo político.

Así, fueron consolidando estrategias frente a la represión, pero también fueron desarrollando prácticas pedagógicas, que ayuden a generar conciencia en la población sobre la legitimidad de la protesta, de la autodefensa y también la reivindicación de la capucha. Ésta se volvió un elemento simbólico importante, ya que se busca generar conciencia de que es un elemento fundamental de protección física, no sólo frente a los gases, sino también de resguardo de la identidad, en un contexto de represión y asesinato sistemático a quienes alzan la voz para defender sus derechos en Colombia.
En estos grupos, también está presente el concepto de que “la primera línea somos todxs”, desde los escudos hasta los manifestantes que van por detrás. Hay distintos roles dentro de la organización: quienes actúan de escudos y defensa directa del ESMAD, lxs bomberxs y quienes asisten en primeros auxilios. Además se han conformado grupos de investigación, de estrategias mediáticas y de comunicación alternativa.

La experiencia de unión y organización de las distintas Guardias con los grupos de Primeras Líneas durante las movilizaciones del Paro Nacional de fines de 2019 demostró que se pueden llevar adelante manifestaciones pacíficas, y sienta un precedente fundamental de aquí en adelante, para la movilización social en defensa de la vida, el territorio y la Madre Tierra, no sólo para Colombia, sino también para todo el Abya Yala.

Entre Colombia y Argentina, febrero de 2020

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